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Cuando estudiar duele: la ansiedad académica que nadie ve

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Son las 2 de la mañana. Tengo los ojos abiertos, mirando el techo. La mente va a mil por hora. ¿Estudié lo suficiente? ¿Qué pasa si repruebo? ¿Qué pensará mi familia? Esta es la rutina de muchas noches desde que entré a la universidad.

Aunque en clase nadie lo nota —me río, participo, saco buenas notas—, por dentro la ansiedad no me suelta.

La ansiedad académica es más común de lo que parece. No es simplemente estar “nervioso antes de una prueba”, como muchos piensan. Es sentir que tu valor depende de una nota, que descansar es un lujo que no puedes darte, y que si bajas el ritmo, fracasas. Es quedarse despierto hasta tarde, saltarse comidas y alejarse de todo por miedo a no rendir.

Un informe del MINSAL reveló que un 46% de los estudiantes universitarios en Chile ha presentado síntomas de ansiedad. Pero la mayoría no lo habla. ¿Por qué? Porque tememos ser vistos como débiles o exagerados. Yo también lo escondí. Me esforzaba por dar lo mejor, pero incluso cuando sacaba buenas notas, el miedo al siguiente desafío ya me consumía.

Esta realidad no solo se vive en silencio. Hace poco, medios como El Desconcierto y CNN Chile han publicado reportajes sobre el aumento de problemas de salud mental entre estudiantes universitarios, especialmente tras la pandemia. En algunos casos, las universidades han debido reforzar sus programas de apoyo psicológico debido al alto número de solicitudes. Eso confirma que no es algo aislado ni menor: es un problema que crece en las aulas y que necesita visibilizarían urgente.

Quise escuchar otras voces. Le pregunté a una compañera cómo vive esto. Me dijo:

“Me da taquicardia antes de cada presentación. Una vez me descompense en una prueba por no haber dormido bien en dos días. Nadie lo supo, solo dijeron que era estrés. Pero, ¿Cuándo se volvió normal vivir así?”

Esto no es solo un problema individual. Es parte de un sistema educativo que muchas veces prioriza resultados por sobre la salud mental. Nos enseñan a competir, a producir, pero no a cuidarnos. Y aunque algunas universidades han empezado a hablar del tema, falta mucho camino por recorrer.

Hablar de ansiedad académica no es una debilidad. Es una forma de resistencia. Una forma de decir: no soy solo una nota, soy una persona. Necesitamos espacios para aprender sin destruirnos, donde el descanso se valore tanto como el esfuerzo.

 

Si al leer esto te sentiste identificado/a, quiero que sepas que no estás solo/a. Habla. Con tus amigos, tus profes, tu familia. No todo se soluciona con “organizarte mejor” o “ponerle más ganas”. A veces, el acto más valiente es pedir ayuda.

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    Jhony Doe

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